Desaires públicos, amoríos secretos

Cierto que no es tema de excesiva actualidad. Ha transcurrido una eternidad desde el «incidente» de Louhossoa, con las detenciones de los tres activistas franceses que pretendían destruir un puñado de armas de ETA. El vertiginoso ritmo mediático en el que vivimos se tragó aquéllo y no volverá a nosotros hasta nuevo y relevante episodio de la pesada y larga serie «el final ordenado». Pero tal vez por eso, porque ahora no hay focos sobre el citado asunto, puede ser oportuno realizar alguna consideración, a la luz de ciertos detalles perceptibles incluso para cualquier observador no especialmente avezado.

Hace unos meses, en pleno fragor partidista pre-investidura y con las cábalas rondando todos los conciliábulos políticos y tertulias mediáticas, ya era bastante evidente que el Partido Popular y el Partido Nacionalista Vasco estaban condenados a entenderse. Era una avenencia que interesaba aquí y allí. Probablemente era muy precipitado que la misma se produjera en la investidura de Mariano Rajoy o en la de Iñigo Urkullu. Sin embargo, a no mucho tardar, quedó de manifiesto que el pronóstico era acertado. Desde hace ya unas semanas, asistimos al cortejo entre ambos partidos. Eso sí, un cortejo muy especial, además de sutil, pues, lejos de las normas de cortesía y galantería propias de tales ceremonias, los achuchones y piropos se presentan trufados de desaires y berrinches, en una representación del sí pero no, con la que se pretende disimular y maquillar lo evidente. Toca jugar al despiste ante sus respectivas huestes, especialmente el partenaire nacionalista del cortejo, que tiene más problemas para vender como presentable un acuerdo con aquéllos a los que ha zarandeado y descalificado con escasa piedad y menos escrúpulos hasta hace bien poco.

En este contexto, en la edición del diario El Correo del día 28 de enero, aparecía la reseña de un acto que organizó el Partido Popular en Bilbao, al que acudió, entre otros destacados líderes del PP español, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. La periodista que cubrió el acto recoge unas declaraciones textuales de ésta, cuando se refirió, en un momento de su intervención, a la cuestión del final de ETA, con ocasión de la decisión de su partido de no participar en la recién creada ponencia de Paz y Convivencia en el parlamento vasco: «Hay que rematarlo bien. Tienen que disolverse y desaparecer«. A continuación, Olatz Barriuso, la redactora de la noticia, añade una interpretación propia de lo que, a su juicio, vienen a significar estas palabras y escribe: «(…) echó por tierra cualquier esperanza del PNV de que exista una acción coordinada entre los gobiernos central y vasco para impulsar lo que suelen llamar final ‘ordenado’ de la violencia«. Y remata con nuevas palabras textuales de la vicepresidenta: «No consiguieron nada cuando hacían lo que hacían y nada van a conseguir cuando han dejado de hacerlo» .

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Es sabido que el Gobierno Vasco lleva una legislatura y la parte que llevamos de la presente echando el resto para conseguir eso del final ordenado; apuesta cuyo máximo valedor es el Secretario General de Paz y Convivencia, abrazado a tal idea ya mucho antes de acceder al cargo que actualmente ocupa. Es sabido también que al PNV le gustaría poner encima de la mesa de negociación con el gobierno central algunas cuestiones relacionadas con la paz y convivencia, además de esas otras de naturaleza «espiritual» como el cupo, las inversiones en el TAV y otras que, sin duda alguna, le preocupan más. En cualquier caso, no es difícil imaginar que la cuestión del final ordenado podría estar en esa mesa que no se sabe muy bien si existe ya o si no existe aún.

Dicen los analistas políticos zurrados en mil batallas, que no hay mejor confirmación de una noticia que el desmentido previo de la misma por un político (especialmente si coloca la venda antes de producirse la herida), así que puede haber un alto grado de probabilidad de que los tiros – perdón – vayan por ahí.

Ya sé que Madrid es una ciudad atractiva y amable, pero no alcanzo a imaginar qué podían hacer en la capital del Reino dos destacados dirigentes del partido gobernante en Euskadi, los días 24 y 25 de enero. No sería aventurado presumir que su visita tuviera que ver con la gestión de asuntos de importancia capital para el partido (y por eso estuvieron los que mandan). ¿Gestionar, negociar?, ¿Qué, con quién? Ahí lo dejo.

Añadamos una observación. Si las políticas de memoria del gobierno vasco son gestionadas por el Instituto Gogora, con su responsable política al frente; las de derechos humanos, por la Dirección de tal negociado; y de los asuntos de víctimas del terrorismo se encarga el asesor nombrado en su día al efecto, ¿Qué hace el Secretario General de Paz y Convivencia?, ¿Cuál es su trabajo real y efectivo? Conocida su ambición respecto al objetivo del final ordenado y sus modos semiclandestinos de actuar, a uno no le cuesta imaginar que esté poniendo su empeño en ello. En la nueva dirección de Sortu hay un responsable del «Conflicto». Por recordarlo, vaya.

Si en los próximos meses, por un casual, nos desayunamos con la noticia de que se ha alcanzado algún acuerdo para el desarme «ordenado» de ETA, en el que gobierno vasco, mediadores internacionales y alguna suerte de representación de la sociedad civil vasca, hayan tenido algún tipo de papel protagonista, no arquearé las cejas en muestra de asombro o perplejidad. Eso sí, si se diera semejante acontecimiento, que nadie intente convencerme, por favor, de que no cuenta con el visto bueno del mismísimo gobierno de España. Tampoco preguntaré dónde estaba el PSE.

1.2.17

2 comentarios en “Desaires públicos, amoríos secretos

  1. Naaa… vinieron a celebrar la Nochebuena y la Navidad con el Juancar que se queja de estar muy solo….y le gusta llevar de la mano a I Urkullu (recuerdas la foto¿? jejjeje)

    Y el «final ordenado», el «suelo ético», «la altura de miras»….ya sabemos que son frases hechas para no tender que decir nada….Política¡¡¡¡

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