Como no soy de siesta, al terminar el café y la lectura del periódico, he trasteado con el mando de la tele, un tanto desganado y, sobre todo, desorientado, para terminar prestando atención al bullicioso debate que el segundo canal de ETB ofrece los días de labor a esta hora de la sobremesa, conducido por Klaudio Landa. Ver a Carlos, mi primo y Delegado del Gobierno, en la pantalla de fondo, ha ayudado a que tome esta decisión, porque tengo muy claro que a algunos en este país les resulta cómodo y barato – e incluso divertido – convertir su figura en diana de sus dardos políticos; la mayoría de las veces, por cierto, simplones, faltones y, especialmente, erróneos o malintencionados, pues se realizan desde la ignorancia o la manipulación de las cuestiones de fondo. Y digo esto con la tranquilidad que me brinda discrepar de muchas de sus opiniones y de no pocas de sus decisiones; siempre con el respeto y consideración que me merece y que debiera merecer a todo aquél que se precie de defender mínimamente la libertad y la democracia.
Al parecer, a petición del Delegado del Gobierno en el País Vasco, un juzgado de lo contencioso ha decretado la suspensión cautelar del txupinazo con el que iban a inaugurarse las fiestas de Ibarra, una pequeña localidad de Gipuzkoa, en atención a que iba a ser lanzado por una asociación que reúne a familiares y amigos de presos de ETA y por ser considerada esta acción como posible enaltecimiento del terrorismo y acto ofensivo hacia sus víctimas. Aquí dejo la noticia, para quien quiera los pormenores:
http://www.eldiario.es/politica/suspende-cautelarmente-txupinazo-Ibarra-celebrado_0_422408087.html
A partir de ahí, los participantes en la tertulia pugnaban por hacer oír sus comentarios al respecto. Una de las cuestiones que me ha llamado la atención era que, para la mayoría, el responsable de semejante atropello era el Delegado del Gobierno y/o la estrategia del PP, a quien supuestamente benefician este tipo de cuestiones allende el Ebro. Nadie parecía reparar en que se trataba de una resolución dictada por un juez, supuestamente en aplicación – errónea o acertada – de algún tipo de legalidad vigente, supongo. También me ha resultado llamativa la facilidad con la que el debate se ha deslizado hacia el enjuiciamiento y valoración de la política penitenciaria sostenida por el gobierno de Rajoy y, en concreto, de la dispersión (aunque en propiedad, no se referían a la dispersión, sino al alejamiento de los presos de ETA), dejando de lado una cuestión nada menor en el caso, cual era la decisión de designar como lanzadora del txupinazo a la referida asociación y la justificación de tal elección. El efecto, buscado o no, era evidente: se vinculaba la censura de la elección del txupinero en Ibarra con el apoyo a la política de alejamiento, mientras que se identificaba la defensa de un acercamiento de los presos y el fin de la legislación de excepción con el apoyo al acto festivo suspendido. Y venga estopa a Carlos, claro.
Bien, pues ha sido justamente esta cuestión, unida a otra que mencionaré después, lo que me ha movido a escribir estas líneas. Nunca he apoyado el alejamiento de ningún preso; ni condenado por delitos de terrorismo o similares, ni condenado por delitos comunes. Razones humanitarias, recogidas como principios orientadores en la propia legislación penitenciaria española, justifican sobradamente esta posición. Siempre he sido crítico con tal medida. Pero comparto plenamente la censura de la decisión del ayuntamiento de Ibarra de atribuir el «reconocimiento» que supone lanzar el cohete inaugural de las fiestas locales, a un colectivo cuya significación pública conocida es la de ser familiares o amigos de personas condenadas por delitos de terrorismo, siendo precisamente esta relevante circunstancia la que explica y justifica su designación como txupineros. Me lo expliquen como me lo expliquen, donde sí hay vinculación directa es entre el reconocimiento público implícito en la designación municipal y la circunstancia relevante que caracteriza al designado, lo cual equivale a reconocer «honoríficamente» de manera indirecta a personas que han vulnerado derechos humanos y que, dicho sea de paso, no parece que hayan realizado manifestación autocrítica alguna al respecto.
Por tanto, reiterando mi posición contraria a un alejamiento de presos desprovisto de razones que lo justifiquen, contrario a los principios de la propia legislación penitenciaria, que penaliza injustamente a las familias de los privados de libertad, contrario a los vientos favorecedores de la convivencia que deben soplar en Euskadi y que considero políticamente torpe y muy poco inteligente, me alegra que los honores de lanzamiento de un txupinazo festivo recaigan en personas y colectivos que generen un reconocimiento social extenso, no ajeno a valores éticos universales, pues de ética pública – y no solo de ofensas a las personas privadas que, en definitiva, eso son las víctimas – hablamos en este caso.
Lamento profundamente que este tipo de cuestiones sean abordadas desde el partidismo político y estén impregnadas de razones meramente coyunturales o de postureo, pues precisamente, tratándose de ética pública, deberían estar por encima de las legítimas diferencias que los partidos puedan sostener en sus disputas cotidianas.
Bien, lo cierto es que todo esto ha coincidido hoy con la lectura de una entrada en un blog que he leído y que me ha parecido modélica. Patxi Mendiburu, a quien cito y reproduzco sin autorización, realiza un fantástico ejercicio de «desolvido», como él dice, a través del recuerdo de otro no menos fantástico episodio sucedido hace ya muchos años, pero que atañe precisamente al padre y a la familia de una persona vinculada a la organización ETA. Este es el enlace a la entrada del citado blog:
http://patximendiburu.blogspot.com.es/2015/08/el-padre-de-bakartxo-las-familias-y-2.HTML
No creo que nadie espere razonablemente oír de una asociación de familiares de presos de ETA una condena rotunda y contundente de las acciones cometidas por esta organización, pero tengo para mí que entre ese extremo y la inhibición que exhiben cuando son requeridas para cuestionar de alguna manera la violencia ejercida por ETA, tiene que haber un punto intermedio, razonable, sensato, que contribuya a fortalecer su credibilidad ante la propia sociedad. Por ejemplo, algo que invite a despejar las dudas respecto al apoyo o la justificación que dichas asociaciones puedan brindar o haber brindado al ejercicio de la violencia etarra. Tal vez, de esa manera, algunas de sus reivindicaciones adquirirían un carácter más ecuménico, imprescindible para tener más relevancia y mayor influencia política.
Pero creo que todo esto no cabe en el debate de la ETB, evidentemente.
21.8.15