La tarde en que Maixabel se citó con el etarra que asesinó a su marido

Quiero que el texto de esta entrevista forme parte también de este blog. Mi grado de vinculación e identificación con el proyecto de los encuentros restaurativos celebrados entre presos disidentes de ETA y víctimas, hace que me sienta presente en un rincón de esa foto que conforman Maixabel e Ibon; lejano y pequeñito, sí, pero desde el que se oye perfectamente cuanto hablan y se les ve con nitidez la sinceridad de sus miradas.

Mal haríamos si nos quedáramos solo con la emoción de la entrevista o con la admiración hacia los comportamientos y actitudes de sus protagonistas. Hay un discurso de fondo – y no tan de fondo – presente en su conversación con una enorme e interesantísima potencialidad de futuro. Y malo será que quienes son sus destinatarios no tomen nota y actúen en consecuencia.

Gracias infinitas a los dos.

http://www.elmundo.es/espana/2015/09/20/55fe0c5f46163fb01f8b457c.HTML

20.9.15

Divagaciones sobre el nacionalismo y el independentismo. Euskadi y Catalunya.

Vivir en Euskadi implica conocer el nacionalismo. En sus dos versiones, aunque una tenga mucha mayor presencia social, política y cultural que la otra: La que defiende la vigencia del Estado sobre la base de una única nación, la española y la que aspira a modificar el estado actual de cosas, entendiendo que el pueblo vasco tiene derecho a tener su propio Estado. Lejana ya la época del romanticismo que los vio crecer y los impulsó, como el exponente máximo de su manera de ver la colectividad, la exaltación de la nación como valor central de la cosmovisión política subsiste entre nosotros sin aparentes síntomas de debilidad o decadencia.

Ninguno de ellos – ni el vasco, ni el español – ha conseguido atraparme entre sus redes, pese a los influyentes contextos en los que me ha tocado vivir. La cuestión de las identidades y el sentimiento de pertenencia, sin embargo, me apasiona y he sentido siempre una irrefrenable curiosidad por conocer y, sobre todo, entender, los entresijos de una forma de pensar cuya traducción política es asumida por muchas de las personas con las que trato habitualmente. Singularmente he buscado y busco con ahínco la razón por la cual se vincula la defensa de los elementos que definen una identidad colectiva, con la creación de una estructura política propia de estado. Hace tiempo que desmonté la respuesta de que ésta fuera la única vía para garantizar aquélla. El sistema de autogobierno del que nos dotamos y llevamos disfrutando los vascos desde hace 35 años refuta por completo esta tesis y no merece que me extienda más en ello. No es la independencia a través de la creación de un estado propio el único camino, ni el camino necesario para defender la identidad nacional. Entiendo pues, el nacionalismo o el patriotismo cultural, pero no la inevitabilidad de su traducción política en términos de aspiración estatal. Por eso, siempre acudo a las dos grandes preguntas: ¿Porqué la independencia? ¿Para qué la independencia?.

De las respuestas que voy obteniendo, entiendo a quienes, sosteniendo que el vasco es un pueblo – sea este el concepto técnico jurídico que sea -, tiene, en cuanto tal, derecho a constituir un estado. Aunque tal afirmación es más que discutible desde el punto de vista jurídico, lo entiendo. Las razones que mueven esta manera de ser nacionalista no son tanto racionales o pragmáticas, cuanto emocionales. Uno quiere que Euskadi sea independiente de España porque no se siente español, porque está convencido de formar parte de un pueblo distinto, de una nación distinta, equiparable conceptualmente  a la española y, por tanto, más allá de que sea bueno o malo, desde una perspectiva de progreso, de bienestar o de otro tipo de parámetros racionales y susceptibles de medición o evaluación, quiere que su DNI no refleje la española como nacionalidad, sino la vasca. También querrá que su selección de fútbol sea la vasca y no la roja. Es el independentismo nacionalista. La aspiración a la independencia a partir de la defensa del concepto de nación, derivada de la existencia de un pueblo con derecho a ello. No hay en juego necesariamente ventajas tangibles o materiales; es solo cuestión de sentimiento. Contra este planteamiento poco o nada se puede argumentar. No se puede discutir el sentimiento de pertenencia o de identidad de nadie y solo se le podrá pedir que no se atribuya el monopolio de dicha identidad y que no imponga un modo canónico de ser vasco o de español, aceptando esta pluralidad elemental en cualquier sociedad moderna. Tomaré una cerveza con quien así piense y seguiremos hablando tal vez, de otra cosa.

Por otra parte, hay un aserto que se repite con frecuencia en el ámbito político y que ha llegado a convertirse en dogma: El autogobierno es sinónimo de bienestar, conformando ambos términos un binomio inseparable, que yo no cuestionaré. Pero es que hay un paso más. En tanto la independencia puede considerarse el grado superior extremo del autogobierno, muchos son los que aplican una sencilla regla de tres y concluyen que la independencia conllevaría aún más bienestar y progreso.  Y es al abrigo de este axioma – que también se ha convertido en mantra – donde crece el número de adeptos a la independencia. Pero, curiosamente…no en Euskadi, sino en Catalunya.

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Frecuentar Catalunya como lo estoy haciendo últimamente, me está permitiendo conocer una realidad igualmente apasionante en lo tocante a la voluntad de independencia de una parte muy importante de su ciudadanía. Y mi descubrimiento más notable ha sido el del independentismo no nacionalista, al que hacía referencia hace un momento. Personas que, sin hacer casus belli de la existencia de la nación catalana, incluso sin siquiera preocuparles tal cuestión en exceso, abrazan la causa de la independencia por motivos estrictamente racionales, lejos de las proclamas predominantemente emocionales de los nacionalistas. Este subgénero es inexistente en Euskadi, donde la identificación entre independentistas y nacionalistas es prácticamente absoluta.

Ocurre que el planteamiento de este sector de defensores de la independencia sí permite el debate y la discusión en términos racionales, ya que se ponen en juego los supuestos beneficios que la realización de su proyecto conllevaría para la ciudadanía catalana. No se trata de que estas personas no defiendan la idea de una nación propia cuyas señas de identidad podrían estar en peligro, sino que ésta no es la cuestión prioritaria para ellos. Su seña de identidad es la expresión «La independencia como vía para conseguir una Catalunya mejor», con el inevitable añadido de «un futuro mejor para nuestro hijos». Es su respuesta al porqué y al para qué de la independencia. Y es aquí, al escuchar esto, cuando aparece mi expresión ojoplática y se excita aún más mi curiosidad. Mi amigo catalán, con el que comparto la cerveza, me mira un poso asustado.

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Porque la expresión una Catalunya mejor – o una Euskadi mejor, me da igual – me parece tan vaga que no alcanzo a llenarla de contenido y me siento acuciado a preguntar a mi amable interlocutor qué es o qué significa para él una Catalunya mejor. Doy por supuesto que si habla de Catalunya es porque espera que las supuestas mejoras alcancen al conjunto de la población del territorio, es decir, que sean globales. Pero el término «mejor» precisa relleno. ¿Más justicia en la redistribución de los recursos públicos?, ¿Mejor sanidad pública?, ¿Mejor enseñanza pública?, ¿Mejores condiciones para el desarrollo y realización de la cultura y la lengua específicamente catalanas?, ¿Mejores carreteras y trenes ? ¿Más justicia social? ¿Más o menos solidaridad con los inmigrantes y refugiados? ¿Menos corrupción?

Es obvio que yo, ante tanta pregunta cuyas respuestas se escapan por completo de mi conocimiento, callo. Solo me atrevo a formularlas,. pero creo, además, que debo hacerlo. Y, por respeto, no me atrevo a cuestionar la ciencia de mis contertulios si él hace aflorar argumentos y datos concretos al respecto. ¿Quién soy yo para insinuar siquiera nada acerca de las eventuales repercusiones económicas que la independencia tendría para la ciudadanía catalana?

Por eso, cuando mi amable acompañante se da cuenta de que enfrente no tiene a alguien que quiera rebatirle por llevarle la contraria sin más, o que quiera menospreciarle o ridiculizarle desde la defensa de otro concepto nacionalista, o cuestionar su derecho a expresarse y a ser lo que quiera, sino simplemente entenderle hasta el final, hasta el fondo de su planteamiento, de su idea, de su impulso vital más íntimo, el porqué y para qué profundos que le hacen abrazar una idea como la independencia, tan traumática para una sociedad plural y heterogénea como es la catalana, y además lo hace desde el respeto más exquisito, entonces, en la mente de mi amigo comienza a anidar la duda. Duda, que no aparece cuando se siente agredido por tanta actitud visceral de oídos sordos y mentes cerradas, pero que germina ahora y crece con la escucha respetuosa e incluso comprensiva. No cambia de opinión. Sigue creyendo en la independencia como el mejor camino para el futuro de su tierra y sus gentes, pero abre los ojos al contexto y repiensa tiempos y modos de actuar. Valora la importancia de evitar enfrentamientos estériles (o incluso negativos, porque tal vez sean perjudiciales para su proyecto) y de analizar bien y explicar mejor las ventajas y los inconvenientes que la independencia supondría para él y el resto de los catalanes.

Pensará que lo «mejor», referido al futuro de Catalunya, es un concepto muy relativo porque la independencia solo cambiará el marco en el que se toman algunas (no demasiadas) decisiones, pero el contenido de éstas seguirá dependiendo de la correlación de fuerzas políticas existentes en el territorio. Y será como antes: si ganan los míos, estupendo, pero si ganan los otros ¿qué habremos mejorado? Y tal vez concluya que, realmente, la independencia no es en sí misma y de manera ineluctable el camino para un mejor futuro para sus hijos, sino solo una posibilidad más, no muy diferente, en el fondo, a un cambio de color político en los centros de poder donde se toman las grandes decisiones que realmente afectan a la vida de los ciudadanos catalanes.

Si acaso alcanzare esta última conclusión, tal vez mi amigo llegue incluso a pensar que su entusiasmo con la independencia tiene que ver más con una reacción lógica y natural ante tanta torpeza política, tanta agresión injustificada, tanto nacionalismo español visceral beligerante, tanta falta de respeto, en suma, a esa hermosa tierra, sus gentes y su cultura.

Pero todo eso será tal vez; o tal vez no.

Pese a todo, en ambos casos, mi amigo y yo habremos vuelto a realizar un fantástico ejercicio de aproximación y comprensión, desde el respeto y la discrepancia. Y empujaremos ambos, brindando de nuevo, el último trago de cerveza. Yo habré dado un paso más en el buen entendimiento de una manera de pensar que tan importante resulta a mi alrededor, aunque no la comparta.

15.9.15

La reunión de alcaldes del 4 de septiembre. Anexo obligado.

Celebrado ya, en Bilbao, el acto convocado por el Lehendakari del Gobierno Vasco, reuniendo a 114 alcaldes de nuestra Comunidad Autónoma, me parece oportuno realizar algunas consideraciones sobre lo allí visto y escuchado.

a) Lo menos importante (pero no irrelevante).

Se pudo constatar, una vez más, la obsesión de los responsables del área de Paz y Convivencia del gobierno vasco por obviar y suprimir cualquier referencia al trabajo realizado en ese ámbito por gobiernos anteriores. Al abandono del símbolo de la memoria, la flor «siempreviva», se une la utilización de un nuevo término, retratos municipales de la memoria, para obviar el mucho más asentado «Mapa de la Memoria», siendo así que su significado esencial es el mismo. La pretensión de ruptura con lo anterior se reitera con la presentación del proyecto como si fuera algo novedoso, cuando es sabido que viene a ser continuación e impulso del proceso de reconocimiento individualizado a todas las víctimas, precisamente en la localidad donde fueron asesinadas, que iniciaron gobiernos anteriores, bajo la idea ya expresada del Mapa de la Memoria. La novedad, ahora, reside en la incorporación, como destinatarios del reconocimiento, de las víctimas de abusos policiales con resultado de muerte.

La inclusión en los listado entregados a los alcaldes de los nombres de las víctimas de la violencia policial ilegítima se efectúa de manera un tanto precipitada, debido a la ausencia de un procedimiento de reconocimiento oficial, que permita la verificación de cada caso, obteniendo un resultado indubitado, en previsión de problemas y polémicas innecesarias. Es poco presentable, por su escaso rigor, manejar con el carácter que se pretende, listas donde se incluyan casos «confusos» que hay que investigar. Lo razonable sería priorizar el proceso de reconocimiento de estas víctimas, ya iniciado por el gobierno anterior, y estar a su resultado para incorporarlo después a los listados correspondientes, actuando así con el rigor que el tema requiere.

El encuentro no fue concebido como un acto en el cual pudieran producirse avances en acuerdos entre partidos políticos respecto a las cuestiones de reconocimiento a las víctimas o, en general, sobre la paz y la convivencia. Ni se diseñó con ese objetivo, ni se trabajó para conseguir tal fin. El problema es que se vendió con tanta alharaca que llegó a parecer mucho más de lo que pretendía. ¡Ay, los vendedores de humo!  Era evidente que el objetivo era tan sencillo – pero tan importante – como publicitar la voluntad del gobierno de completar el proceso de reconocimiento a todas las víctimas de la violencia con intencionalidad política, habidas en nuestra tierra, implicando a las entidades locales y desde la imprescindible individualización de las mismas. Un problema de comunicación, del gobierno hacia los partidos y hacia la propia opinión pública.

b) Lo importante (lo que realmente debe contar).

El acto puso de manifiesto la implicación personal del Lehendakari en el proceso mencionado, destacando la rotundidad con que alentó a los regidores presentes a que respondieran a su emplazamiento: todos tenemos que ser capaces de reconocer la injusticia de todas las violencias que generaron este sufrimiento, en clara alusión a la izquierda abertzale, respecto a la violencia de ETA.

La participación activa de Urkullu debería servir para que funcione no solo la persuasión ética, sino también la disciplina partidista y, al menos, sus huestes respondan de manera efectiva a la interpelación, extendiéndose la creación de espacios de memoria en los lugares donde aún no se han creado y celebrando actos de reconocimiento y homenaje a las víctimas de esas localidades.

La fuerza de la imagen del centenar largo de alcaldes de Euskadi detrás del Lehendakari es alentadora, en ese sentido. No creo que el efecto vaya a ser inmediato y dudo que se perciba de manera notable de cara al próximo 10 de noviembre, pero lo importante no es un día, sino la fortaleza del proceso, la convicción con que cada quien aborde la tarea. Lo esencial es la extensión de la concienciación y la sensibilización respecto a la necesidad del reconocimiento pretendido, en el marco de una política pública de memoria que sea crítica con cualquier práctica vulneradora de derechos humanos y que contribuya a deslegitimar la violencia terrorista. Y, en este aspecto, el acto constituyó un notable avance.

Por lo demás, sigo pensando que, más allá del simbolismo que pueda tener, será más importante el discurso público, el desarrollo claro y rotundo de las ideas, que la teatralidad o la imagen de cada acto concreto, a la hora de asumir, por un lado, la igualdad en derechos de todas las víctimas de vulneraciones de derechos humanos y de subrayar, por otro y, sobre todo, las diferencias entre las violencias que las generaron y su virtualidad para negar la teoría del conflicto y la justificación de alguna de ellas.

5.6.15

La reunión de alcaldes del 4 de septiembre y el Mapa de la Memoria

El Lehendakari Urkullu ha convocado el 4 de septiembre, a todos los alcaldes de Euskadi, en la sede del Instituto de la Memoria en Bilbao, al objeto de hacerles partícipes de una invitación expresa para que organicen actos de reconocimiento y homenaje tanto a las víctimas del terrorismo como a las de abusos policiales, el 10 de noviembre, Día de la Memoria en nuestra Comunidad Autónoma, conforme a lo establecido por nuestras instituciones hace ya varios años. Al mismo tiempo, les instará a que creen espacios de memoria dedicados a todas esas personas que han sufrido vulneración del derecho a la vida por violencia de motivación política.

El Lehendakari hará entrega a cada primer edil asistente de una relación de las víctimas habidas en su localidad, para que puedan trabajar sobre esa base, subrayando así la individualización del recuerdo y la repersonalización de quienes perdieron su vida de manera totalmente cruel e injustificada. Con esta iniciativa, se pretende, en definitiva, involucrar a las instituciones locales, más próximas a los ciudadanos, en las políticas públicas de memoria que se pongan en marcha en nuestra Comunidad. Cierto es que la novedad de estos listados viene dada por la inclusión en los mismos de las personas que perdieron la vida a consecuencia de abusos policiales, siendo así que este colectivo aún no ha sido debidamente reconocido con carácter oficial y previa certificación administrativa, que evite cualquier duda al respecto, como ha ocurrido con las víctimas del terrorismo. En tal sentido, es una lástima la paralización producida en esta legislatura en el proceso de reconocimiento de las víctimas de abusos policiales, fruto de una cierta incapacidad negociadora de este gobierno en el área correspondiente.

Pero, por encima de las discrepancias que se han podido suscitar, fundamentalmente en relación a las equiparaciones y al supuesto aliento o pábulo a la teoría del conflicto y, por tanto, a la justificación o legitimación de alguna de las violencias, aplaudo con rotundidad la iniciativa. Es más, quiero reconocer expresamente la implicación personal del propio Urkullu, que será, por otra parte, la que posibilitará que sea real y sólido el impulso pretendido.

En efecto, cualquier política de memoria que se lleve a cabo en Euskadi, ha de pasar por los dos ejes fundamentales que caracterizan la iniciativa del día 4 de septiembre: la necesaria individualización de los reconocimientos y de todas las víctimas y la implicación de los ayuntamientos, a través de la creación de espacios de memoria y organización de actos en el día institucional elegido para ello.

Así lo vimos con claridad meridiana, Maixabel Lasa, Jaime Arrese y yo mismo, cuando, gestionando la Dirección de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, iniciamos, allá a comienzos de 2007, la tarea de involucrar a los ayuntamientos en el reconocimiento y homenaje a las víctimas del terrorismo habidas en cada localidad. Más tarde, con el gobierno socialista de Patxi López, esta iniciativa tomó cuerpo en lo que denominamos Mapa de la Memoria, término que, con mayor o menor fortuna, ha venido empleándose hasta la actualidad.

Recuerdo la ardua – e ingrata, en no pocas ocasiones – labor que supuso la visita a múltiples alcaldes de los tres territorios históricos, proponiéndoles un proyecto que, en aquella época, aún resultaba delicado y perturbador para la relativa calma política de muchos municipios vascos. Comprobamos cómo, por encima de afiliaciones partidistas, las respuestas de los distintos alcaldes interpelados, dependía, sobre todo, de su sensibilidad y empatía hacia las víctimas, así como de su compromiso personal con la justicia que entrañaba para ellas su reconocimiento y homenaje en el mismo pueblo donde fueron asesinadas. Me resulta imposible no traer al recuerdo y mencionar la implicación e incluso entusiasmo de alcaldes como Alberto Ruiz de Azua, en Arrigorriaga, Loly de Juan, en Basauri o los difuntos Juan José Ziarrusta e Iñaki Azkuna, en Durango y Bilbao, respectivamente. Otros, como Mikel Cabieces, de Portugalete o en Donosti, Odón Elorza, ya nos llevaban ventaja y habían organizado, por iniciativa propia, actos de reconocimiento y homenaje y creado espacios de memoria en sus respectivas poblaciones.

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El actual asesor de la Secretaría General de Paz y Convivencia, Enrique Ullibarriarana, recordará bien las múltiples llamadas que había que hacer a algunos alcaldes remolones, tras la primera visita, en la que les trasladábamos la propuesta y les animábamos a que se implicaran, ofreciéndoles todo nuestro apoyo y dejándoles el listado con los nombres y contactos de todas las víctimas del terrorismo habidas en su localidad; recordará Enrique cómo se tornaban escurridizos, huidizos y con agendas imposibles, demostrando con su displicencia, la incomodidad que les generaba una actividad perturbadora de la «paz social» del pueblo. Cuando alguien mostraba ya de manera clara su negativa actitud ante la propuesta, acudíamos a las altas esferas del partido correspondiente (PNV y, en menor medida, PSE) para que recibiera las correspondientes instrucciones, aunque tengo que confesar que con escaso éxito, probablemente porque el grado de implicación era, como he mencionado antes, más fruto de la sensibilidad personal que de la disciplina partidista.

A lo largo de 2007, 2008 y 2009 conseguimos ir sumando una buen puñado de municipios a la causa del Mapa de la Memoria, al tiempo que proponíamos la creación del Día de la Memoria y lanzábamos como logo o distintivo singular, la flor «siempreviva», hoy tristemente relegada al olvido, tal vez porque alguno la identifica en exceso con el gobierno anterior. GOB_VASCO_obsequio_victimas_4

Si bien numéricamente esos ayuntamientos eran minoría, lo cierto es que agrupaban un porcentaje muy mayoritario de población de Euskadi y un importante número de víctimas. Téngase en cuenta que, por razones obvias, no visitamos ayuntamientos gobernados por la izquierda abertzale.

Fue así que, coincidiendo con la celebración del III Acto de Homenaje y Reconocimiento Institucional a las Víctimas del Terrorismo que el Gobierno Vasco organizó en Vitoria-Gasteiz el 29 de noviembre de 2009 (después de los celebrados en Bilbao y Donosti en 2007 y 2008), elaboramos una publicación en la que se recogían imágenes de todos los espacios y lugares de memoria existentes hasta ese momento en Euskadi, promovidos por distintos ayuntamientos. Esta publicación fue entregada a los asistentes a dicho acto.

Maixabel Lasa decía en el preámbulo de esta publicación:

«En efecto, las ciudades y los pueblos vascos van convenciéndose de que recordar el pasado es condición imprescindible para construir un futuro en paz y libertad. Cada vez más lugares quieren erigir espacios visibles, que no pasen desapercibidos, en los que se recuerde que vecinos y ciudadanos inocentes de esos pueblos fueron injustamente asesinados y que el testimonio y el sacrificio ofrecido por éstos, debe ser conocido y reconocido por las nuevas generaciones, como el mejor legado y el mejor servicio que pueden prestar los vivos por los que ya no están entre nosotros.

Pero el mapa de la memoria no es solo una guía útil y necesaria para viajar en el tiempo y en el espacio moral. El mapa de la memoria garantiza y preserva, además, un relato del pasado y una versión de la historia desde la visión del inocente. Una visión que denuncia la perversidad y la falsedad del discurso del verdugo y sus excusas. La memoria y su visibilización se convierten, así, en el mejor y más potente antídoto frente a la administración estratégica del olvido y contra las tentaciones del revisionismo histórico.»

No me resisto a la tentación de reproducir un texto incluido en la publicación, por su elocuencia respecto a la intencionalidad de la iniciativa.

«El mapa de la memoria que se presenta en este documental es un mapa imperfecto e inacabado. La visibilización de las víctimas del terrorismo es un fenómeno que ha cobrado importancia durante los últimos años. Ese proceso, absolutamente necesario, no ha sido, sin embargo, justo con todas las personas que han sufrido la violencia terrorista. Conocemos a unas víctimas más que a otras. Recordamos más a las recientes que a las pasadas. Unas pocas, muy pocas, tienes calles y esculturas en su memoria. La gran mayoría, anónimas todas ellas, comienzan a ser recordadas ahora, aunque no de modo individual. Por ello, es conveniente e imprescindible destacar este hecho, también, como un acto de justicia y reconocimiento a todas las víctimas del terrorismo. Porque todas ellas tienen nombres y apellidos y todas ellas tienen el mismo derecho a ocupar un lugar especial y visible en el mapa de la memoria colectiva de nuestro pueblo«.

En aquel acto, se proyectó este magnífico documental elaborado por Susana Iturrioz (Comisaria que fue de la excelente exposición Biltimak, del parlamento vasco, promovida por su entonces presidenta, Izaskun Bilbao), que sirvió, entre otras cosas, para abrir los ojos a mucha gente en relación a lo que se había hecho ya y a lo que se estaba haciendo en Euskadi en favor del reconocimiento de las víctimas del terrorismo y de su memoria. Dejo aquí el video, recomendando vivamente su visualización.

https://youtu.be/x9LC20TGSos

El viernes, día 4 de septiembre de 2015, el Lehendakari Urkullu, con su implicación personal, dará el impulso, espero que definitivo, para cerrar un proceso que se inició hace unos años. Pocos, pero parecen decenios, tan diferente es la situación en la que vivimos ahora respecto a la de entonces. Ojalá todo vaya bien, aunque ello dependerá de la respuesta final de los diferentes alcaldes y, especialmente, de la actitud que adopte Bildu, a quien se le presenta una magnífica oportunidad de seguir avanzando en su proceso de reconocimiento de los afectados por el terrorismo de ETA.

Y ojalá también, quienes sostenemos que todas las víctimas de vulneraciones de derechos humanos tienen los mismo derechos (Verdad, Justicia y Reparación) y que no caben discriminaciones en ese ámbito, podamos seguir defendiendo esta iniciativa, porque de ninguna manera comporte que esta equiparación se haga extensiva a las violencias que generaron los distintos sufrimientos. Todas ellas injustas, pero con legitimaciones sociales bien diferenciadas. La preservación de este tipo de actos respecto a la teoría del conflicto y a la no equiparación de violencias es tarea y responsabilidad de todos y especialmente de quienes elaboran discurso público. Ahí es donde debemos empeñarnos.

Confiemos, pero vigilantes.

3.9.15