Cuando creía que se habían apagado en mi cabeza los ecos de la última reflexión sobre el desarme de ETA y el famoso final ordenado, resulta que tropiezo de nuevo con ello donde menos me lo esperaba.
Ando estos días leyendo uno de los libros de diarios de Andrés Trapiello; el último publicado, para ser exactos, el año pasado, de título «Solo hechos», de Editorial Pretextos, y que recoge acontecimientos anotados por el autor en el año 2005. Un adecuado periodo de barbecho y sedimentación, tanto para su propia memoria, como para la perspectiva de los propios hechos.
Emplea Trapiello esa curiosa forma de referirse a quienes aparecen en sus diarios, consistente en utilizar solo las iniciales de su nombre, dejando para el lector el estimulante juego de adivinar el nombre de los eventuales protagonistas de la anécdota. En el caso por el que traigo estos diarios aquí, apenas nombra el autor al personaje. En un sola ocasión habla de él como X y no vuelve a mencionarlo de forma directa. Cuanto relata Trapiello del encuentro, una cena, con Ricardo Martí Fluxá, pues tal es el personaje, lo hace con evidente interés y notable admiración, más que justificados ambos, a la luz de lo que cuenta.
Conviene recordar, llegado este punto, que Ricardo Martí Fluxá fue uno de los miembros de la delegación que José María Aznar envió a negociar con ETA durante la tregua de 1998, con el resultado fallido que todos conocemos. Transcribo aquí, en función de las cuestiones de fondo que quiero resaltar, unos fragmentos de la narración:
«(…) Cuando creíamos que quizá no hablaría de ello, lo hizo con verdadera y cervantina llaneza, sin entrar en detalles, y que las negociaciones son siempre algo a cambio de algo, y que lo que querían unos, la disolución de la banda y la entrega de las armas, se correspondía con lo que pedían los otros, la autodeterminación. ¿Y los presos? No, los presos, a los que están libres, les dan lo mismo, decía, porque lo que no quieren es hacer lotes abultados, porque eso baja mucho el valor de lo que se quiere vender. Es decir, como en el Rastro. En los lotes grandes se saca siempre menos que al menudeo. Creían y seguirán creyendo, supongo, que una vez alcancen la independencia, negociarán con el Estado español lo de los presos. No antes.»
(…) Las conversaciones eran casi siempre sobre asuntos políticos, no militares. En una ocasión abordó el asunto de los presos, y fue entonces cuando le confesaron que para ellos esa no era la cuestión prioritaria. O sea, que a los presos también «los dejaron caer». Al parecer, los propios presos saben que cuando han caído, ya no son nada en la organización.
En cierta ocasión nuestro amigo pidió entrevistarse con el primer ministro británico, para que le contara cómo habían llevado a cabo los acuerdos con el IRA, y TB le dio un consejo, cómo no. Le dijo que fuesen cuales fuesen los acuerdos, deberían escenificar la entrega de armas. No porque las armas tengan mucha importancia (al fin y al cabo el mercado negro está lleno de ellas), sino porque de toda lucha armada, finalmente solo se recordaría esa foto, y quedarían derrotados psicológicamente. Una derrota sin escenificación no vale nada, le dijo. Una derrota sin vencidos es una victoria de los perdedores.» (El subrayado es mío).
Poco más se puede añadir a la elocuencia de las palabras que Trapiello pone en boca de Martí Fluxá, y de cuya veracidad no cabe ninguna duda. La cuestión de los presos no es una sorpresa, pues ya era sabido que nunca ha sido un asunto de interés para la organización a la hora de plantear la negociación con el Estado.
Pero el último párrafo es demoledor y definitivo, como factor a considerar en el proceso de desarme de ETA y disolución de la organización. Todo apunta a que, siguiendo las tesis de TB, debería imponerse una interlocución con ETA por parte del Estado, encaminada a buscar, de una u otra forma, el objetivo por él descrito: la fotografía simbólica. El problema es que hay otras instancias o agentes que, a través de la misma metodología de la fotografía, no solo no parecen perseguir idéntico objetivo, la inmortalización del símbolo de la victoria de unos y la derrota de otros, sino justamente el contrario. Ahí es donde TB deja claras las cosas.
La pregunta clave, por tanto, es: ¿Qué significado queremos dar nosotros a esa fotografía? En función de la importancia que concedamos a la respuesta, el desarme de ETA será objeto de mayor o menor disputa y polémica.
18.2.17