La reunión de alcaldes del 4 de septiembre y el Mapa de la Memoria

El Lehendakari Urkullu ha convocado el 4 de septiembre, a todos los alcaldes de Euskadi, en la sede del Instituto de la Memoria en Bilbao, al objeto de hacerles partícipes de una invitación expresa para que organicen actos de reconocimiento y homenaje tanto a las víctimas del terrorismo como a las de abusos policiales, el 10 de noviembre, Día de la Memoria en nuestra Comunidad Autónoma, conforme a lo establecido por nuestras instituciones hace ya varios años. Al mismo tiempo, les instará a que creen espacios de memoria dedicados a todas esas personas que han sufrido vulneración del derecho a la vida por violencia de motivación política.

El Lehendakari hará entrega a cada primer edil asistente de una relación de las víctimas habidas en su localidad, para que puedan trabajar sobre esa base, subrayando así la individualización del recuerdo y la repersonalización de quienes perdieron su vida de manera totalmente cruel e injustificada. Con esta iniciativa, se pretende, en definitiva, involucrar a las instituciones locales, más próximas a los ciudadanos, en las políticas públicas de memoria que se pongan en marcha en nuestra Comunidad. Cierto es que la novedad de estos listados viene dada por la inclusión en los mismos de las personas que perdieron la vida a consecuencia de abusos policiales, siendo así que este colectivo aún no ha sido debidamente reconocido con carácter oficial y previa certificación administrativa, que evite cualquier duda al respecto, como ha ocurrido con las víctimas del terrorismo. En tal sentido, es una lástima la paralización producida en esta legislatura en el proceso de reconocimiento de las víctimas de abusos policiales, fruto de una cierta incapacidad negociadora de este gobierno en el área correspondiente.

Pero, por encima de las discrepancias que se han podido suscitar, fundamentalmente en relación a las equiparaciones y al supuesto aliento o pábulo a la teoría del conflicto y, por tanto, a la justificación o legitimación de alguna de las violencias, aplaudo con rotundidad la iniciativa. Es más, quiero reconocer expresamente la implicación personal del propio Urkullu, que será, por otra parte, la que posibilitará que sea real y sólido el impulso pretendido.

En efecto, cualquier política de memoria que se lleve a cabo en Euskadi, ha de pasar por los dos ejes fundamentales que caracterizan la iniciativa del día 4 de septiembre: la necesaria individualización de los reconocimientos y de todas las víctimas y la implicación de los ayuntamientos, a través de la creación de espacios de memoria y organización de actos en el día institucional elegido para ello.

Así lo vimos con claridad meridiana, Maixabel Lasa, Jaime Arrese y yo mismo, cuando, gestionando la Dirección de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, iniciamos, allá a comienzos de 2007, la tarea de involucrar a los ayuntamientos en el reconocimiento y homenaje a las víctimas del terrorismo habidas en cada localidad. Más tarde, con el gobierno socialista de Patxi López, esta iniciativa tomó cuerpo en lo que denominamos Mapa de la Memoria, término que, con mayor o menor fortuna, ha venido empleándose hasta la actualidad.

Recuerdo la ardua – e ingrata, en no pocas ocasiones – labor que supuso la visita a múltiples alcaldes de los tres territorios históricos, proponiéndoles un proyecto que, en aquella época, aún resultaba delicado y perturbador para la relativa calma política de muchos municipios vascos. Comprobamos cómo, por encima de afiliaciones partidistas, las respuestas de los distintos alcaldes interpelados, dependía, sobre todo, de su sensibilidad y empatía hacia las víctimas, así como de su compromiso personal con la justicia que entrañaba para ellas su reconocimiento y homenaje en el mismo pueblo donde fueron asesinadas. Me resulta imposible no traer al recuerdo y mencionar la implicación e incluso entusiasmo de alcaldes como Alberto Ruiz de Azua, en Arrigorriaga, Loly de Juan, en Basauri o los difuntos Juan José Ziarrusta e Iñaki Azkuna, en Durango y Bilbao, respectivamente. Otros, como Mikel Cabieces, de Portugalete o en Donosti, Odón Elorza, ya nos llevaban ventaja y habían organizado, por iniciativa propia, actos de reconocimiento y homenaje y creado espacios de memoria en sus respectivas poblaciones.

BilbaoDonostiEibar

El actual asesor de la Secretaría General de Paz y Convivencia, Enrique Ullibarriarana, recordará bien las múltiples llamadas que había que hacer a algunos alcaldes remolones, tras la primera visita, en la que les trasladábamos la propuesta y les animábamos a que se implicaran, ofreciéndoles todo nuestro apoyo y dejándoles el listado con los nombres y contactos de todas las víctimas del terrorismo habidas en su localidad; recordará Enrique cómo se tornaban escurridizos, huidizos y con agendas imposibles, demostrando con su displicencia, la incomodidad que les generaba una actividad perturbadora de la «paz social» del pueblo. Cuando alguien mostraba ya de manera clara su negativa actitud ante la propuesta, acudíamos a las altas esferas del partido correspondiente (PNV y, en menor medida, PSE) para que recibiera las correspondientes instrucciones, aunque tengo que confesar que con escaso éxito, probablemente porque el grado de implicación era, como he mencionado antes, más fruto de la sensibilidad personal que de la disciplina partidista.

A lo largo de 2007, 2008 y 2009 conseguimos ir sumando una buen puñado de municipios a la causa del Mapa de la Memoria, al tiempo que proponíamos la creación del Día de la Memoria y lanzábamos como logo o distintivo singular, la flor «siempreviva», hoy tristemente relegada al olvido, tal vez porque alguno la identifica en exceso con el gobierno anterior. GOB_VASCO_obsequio_victimas_4

Si bien numéricamente esos ayuntamientos eran minoría, lo cierto es que agrupaban un porcentaje muy mayoritario de población de Euskadi y un importante número de víctimas. Téngase en cuenta que, por razones obvias, no visitamos ayuntamientos gobernados por la izquierda abertzale.

Fue así que, coincidiendo con la celebración del III Acto de Homenaje y Reconocimiento Institucional a las Víctimas del Terrorismo que el Gobierno Vasco organizó en Vitoria-Gasteiz el 29 de noviembre de 2009 (después de los celebrados en Bilbao y Donosti en 2007 y 2008), elaboramos una publicación en la que se recogían imágenes de todos los espacios y lugares de memoria existentes hasta ese momento en Euskadi, promovidos por distintos ayuntamientos. Esta publicación fue entregada a los asistentes a dicho acto.

Maixabel Lasa decía en el preámbulo de esta publicación:

«En efecto, las ciudades y los pueblos vascos van convenciéndose de que recordar el pasado es condición imprescindible para construir un futuro en paz y libertad. Cada vez más lugares quieren erigir espacios visibles, que no pasen desapercibidos, en los que se recuerde que vecinos y ciudadanos inocentes de esos pueblos fueron injustamente asesinados y que el testimonio y el sacrificio ofrecido por éstos, debe ser conocido y reconocido por las nuevas generaciones, como el mejor legado y el mejor servicio que pueden prestar los vivos por los que ya no están entre nosotros.

Pero el mapa de la memoria no es solo una guía útil y necesaria para viajar en el tiempo y en el espacio moral. El mapa de la memoria garantiza y preserva, además, un relato del pasado y una versión de la historia desde la visión del inocente. Una visión que denuncia la perversidad y la falsedad del discurso del verdugo y sus excusas. La memoria y su visibilización se convierten, así, en el mejor y más potente antídoto frente a la administración estratégica del olvido y contra las tentaciones del revisionismo histórico.»

No me resisto a la tentación de reproducir un texto incluido en la publicación, por su elocuencia respecto a la intencionalidad de la iniciativa.

«El mapa de la memoria que se presenta en este documental es un mapa imperfecto e inacabado. La visibilización de las víctimas del terrorismo es un fenómeno que ha cobrado importancia durante los últimos años. Ese proceso, absolutamente necesario, no ha sido, sin embargo, justo con todas las personas que han sufrido la violencia terrorista. Conocemos a unas víctimas más que a otras. Recordamos más a las recientes que a las pasadas. Unas pocas, muy pocas, tienes calles y esculturas en su memoria. La gran mayoría, anónimas todas ellas, comienzan a ser recordadas ahora, aunque no de modo individual. Por ello, es conveniente e imprescindible destacar este hecho, también, como un acto de justicia y reconocimiento a todas las víctimas del terrorismo. Porque todas ellas tienen nombres y apellidos y todas ellas tienen el mismo derecho a ocupar un lugar especial y visible en el mapa de la memoria colectiva de nuestro pueblo«.

En aquel acto, se proyectó este magnífico documental elaborado por Susana Iturrioz (Comisaria que fue de la excelente exposición Biltimak, del parlamento vasco, promovida por su entonces presidenta, Izaskun Bilbao), que sirvió, entre otras cosas, para abrir los ojos a mucha gente en relación a lo que se había hecho ya y a lo que se estaba haciendo en Euskadi en favor del reconocimiento de las víctimas del terrorismo y de su memoria. Dejo aquí el video, recomendando vivamente su visualización.

https://youtu.be/x9LC20TGSos

El viernes, día 4 de septiembre de 2015, el Lehendakari Urkullu, con su implicación personal, dará el impulso, espero que definitivo, para cerrar un proceso que se inició hace unos años. Pocos, pero parecen decenios, tan diferente es la situación en la que vivimos ahora respecto a la de entonces. Ojalá todo vaya bien, aunque ello dependerá de la respuesta final de los diferentes alcaldes y, especialmente, de la actitud que adopte Bildu, a quien se le presenta una magnífica oportunidad de seguir avanzando en su proceso de reconocimiento de los afectados por el terrorismo de ETA.

Y ojalá también, quienes sostenemos que todas las víctimas de vulneraciones de derechos humanos tienen los mismo derechos (Verdad, Justicia y Reparación) y que no caben discriminaciones en ese ámbito, podamos seguir defendiendo esta iniciativa, porque de ninguna manera comporte que esta equiparación se haga extensiva a las violencias que generaron los distintos sufrimientos. Todas ellas injustas, pero con legitimaciones sociales bien diferenciadas. La preservación de este tipo de actos respecto a la teoría del conflicto y a la no equiparación de violencias es tarea y responsabilidad de todos y especialmente de quienes elaboran discurso público. Ahí es donde debemos empeñarnos.

Confiemos, pero vigilantes.

3.9.15

Reflexiones de sobremesa: Ibarra, la política penitenciaria y los valores éticos.

Como no soy de siesta, al terminar el café y la lectura del periódico, he trasteado con el mando de la tele, un tanto desganado y, sobre todo, desorientado, para terminar prestando atención al bullicioso debate que el segundo canal de ETB ofrece los días de labor a esta hora de la sobremesa, conducido por Klaudio Landa. Ver a Carlos, mi primo y Delegado del Gobierno, en la pantalla de fondo, ha ayudado a que tome esta decisión, porque tengo muy claro que a algunos en este país les resulta cómodo y barato – e incluso divertido – convertir su figura en diana de sus dardos políticos; la mayoría de las veces, por cierto, simplones, faltones y, especialmente, erróneos o malintencionados, pues se realizan desde la ignorancia o la manipulación de las cuestiones de fondo. Y digo esto con la tranquilidad que me brinda discrepar de muchas de sus opiniones y de no pocas de sus decisiones; siempre con el respeto y consideración que me merece y que debiera merecer a todo aquél que se precie de defender mínimamente la libertad y la democracia.

Al parecer, a petición del Delegado del Gobierno en el País Vasco, un juzgado de lo contencioso ha decretado la suspensión cautelar del txupinazo con el que iban a inaugurarse las fiestas de Ibarra, una pequeña localidad de Gipuzkoa, en atención a que iba a ser lanzado por una asociación que reúne a familiares y amigos de presos de ETA y por ser considerada esta acción como posible enaltecimiento del terrorismo y acto ofensivo hacia sus víctimas. Aquí dejo la noticia, para quien quiera los pormenores:

http://www.eldiario.es/politica/suspende-cautelarmente-txupinazo-Ibarra-celebrado_0_422408087.html

A partir de ahí, los participantes en la tertulia pugnaban por hacer oír sus comentarios al respecto. Una de las cuestiones que me ha llamado la atención era que, para la mayoría, el responsable de semejante atropello era el Delegado del Gobierno y/o la estrategia del PP, a quien supuestamente benefician este tipo de cuestiones allende el Ebro. Nadie parecía reparar en que se trataba de una resolución dictada por un juez, supuestamente en aplicación – errónea o acertada – de algún tipo de legalidad vigente, supongo. También me ha resultado llamativa la facilidad con la que el debate se ha deslizado hacia el enjuiciamiento y valoración de la política penitenciaria sostenida por el gobierno de Rajoy y, en concreto, de la dispersión (aunque en propiedad, no se referían a la dispersión, sino al alejamiento de los presos de ETA), dejando de lado una cuestión nada menor en el caso, cual era la decisión de designar como lanzadora del txupinazo a la referida asociación y la justificación de tal elección. El efecto, buscado o no, era evidente: se vinculaba la censura de la elección del txupinero en Ibarra con el apoyo a la política de alejamiento, mientras que se identificaba la defensa de un acercamiento de los presos y el fin de la legislación de excepción con el apoyo al acto festivo suspendido. Y venga estopa a Carlos, claro.

Bien, pues ha sido justamente esta cuestión, unida a otra que mencionaré después, lo que me ha movido a escribir estas líneas. Nunca he apoyado el alejamiento de ningún preso; ni condenado por delitos de terrorismo o similares, ni condenado por delitos comunes. Razones humanitarias, recogidas como principios orientadores en la propia legislación penitenciaria española, justifican sobradamente esta posición. Siempre he sido crítico con tal medida. Pero comparto plenamente la censura de la decisión del ayuntamiento de Ibarra de atribuir el «reconocimiento» que supone lanzar el cohete inaugural de las fiestas locales, a un colectivo cuya significación pública conocida es la de ser familiares o amigos de personas condenadas por delitos de terrorismo, siendo precisamente esta relevante circunstancia la que explica y justifica su designación como txupineros. Me lo expliquen como me lo expliquen, donde sí hay vinculación directa es entre el reconocimiento público implícito en la designación municipal y la circunstancia relevante que caracteriza al designado, lo cual equivale a reconocer «honoríficamente» de manera indirecta a personas que han vulnerado derechos humanos y que, dicho sea de paso, no parece que hayan realizado manifestación autocrítica alguna al respecto.

Por tanto, reiterando mi posición contraria a un alejamiento de presos desprovisto de razones que lo justifiquen, contrario a los principios de la propia legislación penitenciaria, que penaliza injustamente a las familias de los privados de libertad, contrario a los vientos favorecedores de la convivencia que deben soplar en Euskadi y que considero políticamente torpe y muy poco inteligente, me alegra que los honores de lanzamiento de un txupinazo festivo recaigan en personas y colectivos que generen un reconocimiento social extenso, no ajeno a valores éticos universales, pues de ética pública – y no solo de ofensas a las personas privadas que, en definitiva, eso son las víctimas – hablamos en este caso.

Lamento profundamente que este tipo de cuestiones sean abordadas desde el partidismo político y estén impregnadas de razones meramente coyunturales o de postureo, pues precisamente, tratándose de ética pública, deberían estar por encima de las legítimas diferencias que los partidos puedan sostener en sus disputas cotidianas.

Bien, lo cierto es que todo esto ha coincidido hoy con la lectura de una entrada en un blog que he leído y que me ha parecido modélica. Patxi Mendiburu, a quien cito y reproduzco sin autorización, realiza un fantástico ejercicio de «desolvido», como él dice, a través del recuerdo de otro no menos fantástico episodio sucedido hace ya muchos años, pero que atañe precisamente al padre y a la familia de una persona vinculada a la organización ETA. Este es el enlace a la entrada del citado blog:

http://patximendiburu.blogspot.com.es/2015/08/el-padre-de-bakartxo-las-familias-y-2.HTML

No creo que nadie espere razonablemente oír de una asociación de familiares de presos de ETA una condena rotunda y contundente de las acciones cometidas por esta organización, pero tengo para mí que entre ese extremo y la inhibición que exhiben cuando son requeridas para cuestionar de alguna manera la violencia ejercida por ETA, tiene que haber un punto intermedio, razonable, sensato, que contribuya a fortalecer su credibilidad ante la propia sociedad. Por ejemplo, algo que invite a despejar las dudas respecto al apoyo o la justificación que dichas asociaciones puedan brindar o haber brindado al ejercicio de la violencia etarra. Tal vez, de esa manera, algunas de sus reivindicaciones adquirirían un carácter más ecuménico, imprescindible para tener más relevancia y mayor influencia política.

Pero creo que todo esto no cabe en el debate de la ETB, evidentemente.

21.8.15

Cuando abusan de su situación de poder

Hace ya bastantes años, Canal Plus se hizo con los derechos para la retransmisión de los partidos de baloncesto de la ACB y mi pasión por tal deporte me llevó a formar parte de la legión de abonados de tal canal de pago. Ya luego vino la constatación de sus posibilidades en otras áreas de la programación televisiva, singularmente las películas, algunos documentales (¡Ay, Sistiaga!) y otras retransmisiones deportivas. Más tarde, la ACB negoció sus derechos con otra cadena, pero la NBA era un reclamo más que suficiente para seguir fiel al canal de pago. Finalmente el mes pasado, decidimos en casa poner fin a este idilio televisivo que ha durado un buen tiempo. Confieso que ya la fusión de Canal Plus con Movistar me hizo torcer el morro, dada mi aversión a la operadora de telefonía, por motivos que no vienen al caso, aunque no le anden muy lejos.

Pues bien, consciente de haber leído y escuchado en no pocas ocasiones, anécdotas, vicisitudes e incluso dramas, de distintos consumidores en su afán por tramitar la baja de grandes empresas suministradoras de servicios de telefonía, especialmente, aunque no solo, me dispuse a aventurarme en ese maravilloso mundo de la resolución de un contrato de suministro, en este caso, de televisión de pago. Para ello, localicé en internet una dirección electrónica: clientes@canalplus.es Como parecía un cauce adecuado para hacer llegar a la empresa suministradora mi voluntad de darme de baja como abonado, les envié un correo en tal sentido. El día siguiente, 21 de julio, recibí esta contestación:

«En nuestro objetivo de atender tu email de la forma más ágil y eficaz ponemos a tu disposición nuestra Zona de Contacto,  www.canalplus.es/contactanos  a través de la cual podrás enviarnos tu consulta o comentario. La dirección de email que has utilizado ya no está operativa.»

Correo Canal Plus

Me fui derecho a la página web indicada en el correo recibido, comprobando que ya era Movistar Plus la que controlaba el asunto y que establecía, en principio, tres opciones para contactar con la compañía: Un buzón de atención al cliente (supongo que sería una suerte de correo electrónico), un chat de ayuda desde la misma web y un número de teléfono de servicios especiales 902. Todo perfecto, si no fuera porque las dos primeras vías te remitían, al pinchar sobre ellas, a un letrero que decía «Servicio no disponible. Estamos realizando una actualización en nuestros sistemas. Puedes contactar con nosotros llamando al 902….» (la tercera opción de antes). Es decir, la única vía para darme de baja era la llamada a ese número de servicio especial. «A por él», me dije, después de lamentar que hubiera coincidido el momento de mi gestión con la reconstrucción del sistema de comunicaciones de una compañía, que, por objeto empresarial, a buen seguro lo tendría solucionado en muy poco tiempo.

Tras la marcación correspondiente, un contestador automático me ofreció varias opciones en función del motivo de mi llamada, indicando un número determinado para cada una de ellas. En concreto, la voz decía que pulsara el 3 en caso de baja como abonado. No tuve suerte, pues todos los operadores estaban ocupados y no me apetecía esperar. Repetí la acción con el mismo resultado y, por fin, lo dejé para el día siguiente por la mañana, durante la cual, aún hube de realizar varias llamadas hasta conseguir que una voz femenina me atendiera al otro lado. Le expuse el motivo de mi llamada y, tras realizarme algunas preguntas relacionadas con los motivos de la baja, me comunicó que me iba a pasar con el departamento correspondiente donde me la habían de tramitar. Sorprendido, le hice partícipe de mi perplejidad, pues había pulsado el número 3, en el menú de voz del principio, que era precisamente el que respondía, en exclusiva, a la tramitación de baja como abonado y esperaba que ella misma diera satisfacción a mi demanda. Amablemente me dijo que no, que eso era en el departamento con el que estaba intentando comunicarme. Pero al cabo de cierto tiempo de espera, también resultó imposible dicha comunicación, sin explicarme la amable señorita cuál era el motivo y me invitó a que lo volviera a intentar pasado un rato. A esas alturas, hurgaba ya en mi interior en busca de alguna reserva de paciencia, pues notaba perfectamente todos los síntomas de su pérdida. Colgar y mandar al carajo la gestión fue todo lo que conseguí hacer.

El berrinche me duró unos días, al cabo de los cuales, algo me hizo ver que no debía ser borrico y que las cosas deben funcionar así, que para eso están los sistemas, los mecanismos y los protocolos y tal y cual, de manera que volví a coger el teléfono y a marcar el 902 que ya sabía de memoria.

Era el 27 de julio. El proceso siguió siendo el mismo: seguían sin funcionar, por supuesto, las otras vías de contacto con la compañía; ni el buzón de correo, ni el chat, de manera que no quedaba otra que pasar por el aro del 902. Les ahorraré los detalles de las varias llamadas que tuve que hacer y las discusiones – alguna de ellas acalorada, lo confieso – que mantuve con alguno de los amables y no tan amables operadores que me atendieron. Lo sustancial fue que, cuando una de estas señoritas pretendía infructuosamente de nuevo intentar pasarme con el departamento fantasma que tramita las bajas de los abonados, le pregunté si la conversación que manteníamos ella y yo estaba siendo grabada, tal y como se advertía al comienzo de la comunicación. Me respondió que sí y entonces el pedí el número del registro de la llamada con el que Movistar Plus identifica la misma. Se quedó un poco sorprendida, pero ante mi insistencia, educada pero enérgica, acabó comprobando la referencia e informándome de la misma. Tomé nota de la numeración que me daba y de inmediato me identifiqué debidamente con nombre, apellidos y número de DNI haciendo explícita mi voluntad de darme de baja como abonado de Movistar Plus y dando por resuelto el contrato de suministro de programación televisiva de pago que me ligaba a dicha entidad, finalizando con la fecha de efectos de dicha resolución (31.7.15). No atendí las protestas de la joven, que pretendía comunicarme que eso no servía porque lo tenía que hacer el departamento correspondiente, pero, de nuevo educadamente, le dije que estaba hablando con una operaria de Movistar Plus, según creía, y que confiaba plenamente en que ella notificaría mi voluntad manifestada de forma harto fehaciente y, sobre todo, clara, a quien correspondiera. Le deseé una buena tarde y me despedí amablemente.

Aquí, el resumen de llamadas realizadas aquellos días al citado 902, copiado de mi factura de teléfono:

 

llamadas a números especiales

servicios avanzados novecientos

fecha número destino destino/operador franja inicio duración

21 jul 902110010 Servicio 902 R 22:41:04 48s

21 jul 902110010 Servicio 902 R 23:08:11 35s

22 jul 902110010 Servicio 902 N 10:03:58 17s

22 jul 902110010 Servicio 902 N 10:04:31 15s

22 jul 902110010 Servicio 902 N 11:47:31 38s

22 jul 902110010 Servicio 902 N 11:48:26 6m 10s

27 jul 902110010 Servicio 902 N 13:51:21 49s

27 jul 902110010 Servicio 902 N 16:43:23 5m 24s

27 jul 900200585 Servicio 900 17:24:59 10m 25s

27 jul 900310040 Servicio 900 17:36:12 9s

27 jul 902110010 Servicio 902 N 17:41:17 1m 8s

27 jul 902110010 Servicio 902 N 17:42:44 12m 52s

total Servicios Avanzados Novecientos 39m 30s

En mi ánimo estaba obviamente devolver cualquier recibo que Movistar Plus pudiera cargarme en mi cuenta bancaria. Efectivamente eso es lo que hice a primeros del mes de agosto, cuando comprobé el cargo correspondiente.

Pues bien, unos días después, recibo una llamada de otra operaria de Movistar Plus quien, muy amablemente, y tras comprobar mi identidad, me informó de que el recibo del mes de agosto había sido devuelto, preguntándome si conocía los motivos. Confieso que estuve tentado a pedirle que esperara un momento, que le pasaba con la sección familiar que lleva los asuntos de entretenimiento del hogar, imitando aquel viejo sketch tan ocurrente que circuló hace ya unos años por la red, pero lo cierto es que la propia llamada había subido mis niveles de adrenalina a una altura que hacía imposible mantener el temple necesario para sostener tal broma el tiempo prudencial. Así pues, le informé a la señorita de que la citada devolución del recibo era el acto consecuente a la baja que había tramitado hacía unos días como abonado de su compañía. Aproveché para poner en su conocimiento todos los vericuetos que había tenido que recorrer para llegar a tal objetivo, junto a la opinión que me merecía tal proceder por parte de su empresa. Mi protesta fue especialmente enérgica ante lo que consideraba el embudo existente para la comunicación con la compañía, cuando de tramitar una baja se trataba, aludiendo al buzón del correo y al chat inoperantes que acababan por remitir al interesado a la siempre penosa vía telefónica. Mi interlocutora balbuceaba, entre medias de mi perorata, alegando que ya estaban solucionados esos problemas (lo juro que lo dijo), aunque lo cierto es que, hoy mismo, todo sigue igual, como pueden ver en el pantallazo siguiente:

Contacto movistar plus

Me llamó la atención que, en un momento concreto, la operaria reconoció que tenían constancia de una llamada mía el día 27 de julio, solicitando tramitar la baja como abonado, insistiendo en que debía hacerlo de nuevo, pero con el departamento correspondiente.

Ni qué decir tiene que le reiteré, con tono amable, contenido y contundente (los que me conocen bien ya saben a qué me refiero) que no tenía la más mínima intención de hacer nada más y que ya había hecho más que suficiente para algo tan sencillo como es comunicar fehacientemente a la compañía que me suministraba un servicio determinado, mi voluntad de dar por resuelto el contrato que nos ligaba.

La pobre Viviana – éste era su nombre – no pudo hacer otra cosa que insistir en que ella ya me había informado de cuanto tenía que informarme, pero escuchó también mi respuesta, lamentando que Movistar Plus no reclame judicialmente mi deuda, porque sería una magnífica oportunidad para poner al descubierto y denunciar públicamente, una vez más, este tipo de prácticas abusivas que, mediante el entorpecimiento en la comunicación, intentan hacer desistir al consumidor de su voluntad de tramitar la baja como abonado de una gran compañía de suministro de servicios.

Llueve sobre mojado y, pese a las denuncias que ha habido, que han sido muchísimas y muchas de ellas con gran publicidad, la situación varía muy poco. Es obvio que les trae a cuenta a las grandes compañías asumir el coste de imagen que estos lamentables ejemplos constituyen y no hay visos de que vaya a cambiar el estado de cosas. No quiero imaginar la impotencia que tienen que acumular las personas que trabajan en las oficinas de atención al consumidor.

No sé en qué acabará esta historia. Por mi parte, Movistar, Plus y no Plus y cuanto tenga que ver con ella, ya pueden despedirse de mí. Y, ojalá, de todos mis compañeros, como cuando jugábamos al escondite de críos.

13.8.15

A Maixabel Lasa

No es mi intención escribir un panegírico de la persona con quien trabajé codo a codo durante tantos, tan intensos y tan fructíferos años en el gobierno vasco; o tal vez sí, no lo sé. Lo que sí sé es que la quería hacer visible hoy de una manera especial en este rincón, precisamente el día que se cumplen 15 años del asesinato de su marido, el político socialista Juan Mari Jáuregui a manos de ETA, por el simbolismo de su figura, de su discurso y de su trayectoria.

Y se me ha ocurrido que no había mejor manera de hacerlo que traer al recuerdo unos versos escritos por un poeta palestino, ya fallecido, Taha Muhammad Ali, traducidos al español por ese admirable activista por la paz en su tierra, Israel, que es Meir Margalit, con quien tuve el placer de compartir estancia, charlas, mesas redondas y actos diversos durante varios días en Catalunya, el mes de octubre del año pasado.

La página web «www.sin permiso.info» publicó la traducción del poema con ocasión del fallecimiento del líder judío Ariel Sharon en enero de 2014, después de permanecer ocho años en coma. El héroe militar sionista, responsable en la guerra del Líbano de 1982 de las masacres de los campos de refugiados de palestinos de Sabra y Chatila, fue varias veces ministro del Likud y provocó la intifada de Al Aqsa cuando entró armado en la Explanada de las Mezquitas. Primer Ministro en 2001, diseñó la estrategia de la retirada israelí de la franja de Gaza, sustituyendo la ocupación directa por el asedio.

La muerte de Sharon fue una ocasión propicia para recordar los versos de Taha Muhammad Ali y este decimoquinto aniversario del asesinato de Juan Mari Jáuregui creo que constituye una magnífica y muy oportuna circunstancia para volver a hacerlo, como pequeño homenaje a lo que representa su viuda, mi querida y entrañable amiga Maixabel.

Dice así el poeta palestino.

De momento,

tengo ganas de retar a duelo 

al hombre 

que asesinó a mi padre 

y demolió mi casa 

y me mandó desamparado 

a errar por el estrecho mundo. 

Si él me llegara a matar 

entonces yo lograría descansar en paz 

mientras que si fuera yo quién lo matara 

podría por lo menos vengarme.

  

Pero… 

si me enterara 

en medio de ese duelo 

que mi enemigo 

tiene madre 

que le está esperando, 

o padre 

que se agarra el pecho, angustiado, 

preocupado 

cada noche porque su hijo tarda en regresar a casa 

aunque sólo sea un cuarto de hora, 

en ese caso, 

no lo mataría, 

aunque lograra vencerlo.

 

 No solo eso, 

no lo mataría si me enterara 

que tiene hermanos y hermanas 

que le tienen cariño 

y no dejan de extrañarlo. 

O que tiene 

mujer que lo espera 

e hijos 

que lo añoran cuando se ausenta 

y son felices con los regalos que les compra. 

O que tiene 

amigos, compañeros 

vecinos y conocidos, 

compañeros de celda, 

gente con quien comparte habitación en el hospital, 

camaradas de estudio 

que se interesan por él 

y gustan saludarlo.

 

 Pero si es una persona solitaria, 

que carece de familia, 

de madre y de padre 

de hermanos y hermanas, 

Que no tiene mujer ni hijos, 

sin amigos, compañeros o vecinos 

con quien compartir momentos difíciles: 

no seré yo quién agrave su sufrimiento. 

Solo me consolaré 

tratándolo con indiferencia 

cuando por la calle me cruce con él. 

Y trataré de convencerme a mi mismo 

que mi indiferencia 

es también en si misma 

una forma de venganza.

A ti, pues, Maixabel, que has sido capaz de sustituir la indiferencia por el perdón y que representas como pocos el significado genuino de esos hermosos valores de paz y convivencia con memoria que tanto sigue necesitando Euskadi.

29.7.15

La revisión crítica de la que pocos hablan

Suelen pasar desapercibidas y apenas generan debate o polémica, pues pocas veces se discuten. Pareciera que se asume la idea de que aún es pronto, en medida de tiempo histórica, para realizar un examen de tal naturaleza a y desde la sociedad vasca. Sin embargo, algunas voces, esporádicamente sí se alzan para criticar lo que sus autores califican de «culpabilización» de los vascos cuando se analiza su actitud y su reacción frente a la violencia de ETA. Cuentan que el último en hacerlo debió ser un alto responsable en la materia del gobierno vasco, al intentar explicar la razón del ostracismo al que fue sometido por el propio gobierno el Informe Foronda sobre «Los contextos históricos del terrorismo en el País Vasco y la consideración social de sus víctimas en el período 1968-2010». Con posterioridad, la polvareda levantada por tal actuación con un estudio realmente valiosísimo en términos de memoria, así como una reflexión más profunda, presidida por la sensatez, provocaron el cambio y la promesa de difusión del mismo desde el propio gobierno. Pero en su momento, no parece que gustó la radiografía que el citado Informe realiza sobre la respuesta de la ciudadanía vasca al fenómeno de la violencia terrorista padecida. Recuerdo que a finales del año 2003 – uf, qué lejos ya -, cuando el gobierno vasco liderado por el Lehendakari Ibarretxe estaba a punto de lanzar la campaña de sensibilización pública a favor de la Paz y la Libertad y contra la situación de amenaza en la que vivían muchos de nuestros conciudadanos, no fueron pocas las voces que se alzaron en el seno del propio gobierno en contra de la misma, por considerarla ofensiva e injusta para con amplios sectores de la sociedad vasca. Recuerde el lector aquella campaña de publicidad, con el impactante cartel de la bala y el pintalabios y un eslogan inusitado en aquellos momentos de intensa polarización y crispación política para ser promovido por instancias públicas vascas: «Cuando silencian una voz, nos callan a todos; que no sellen tus labios». Se añadía una referencia al número de ciudadanos vascos amenazados por la organización ETA, colocado bajo la bala y otra cifra, la del resto de población de la Comunidad Autónoma, bajo el pintalabios, con el emplazamiento a que no maquillara la realidad. Pues sí, ¿qué quieren que les diga? En su momento me pareció no solo acertada sino valiente y, sobre todo, atrevida, a tenor del contexto político que vivíamos y hoy, con la perspectiva que da el tiempo, aún me siento más orgulloso de haber participado en el impulso de la misma. Las voces críticas dentro del gobierno sostenían que el mensaje era injusto para con la mayoría de la sociedad, pues rechazaban que se pudiese acusar o insinuar siquiera que ésta maquillara ninguna realidad y defendían la ejemplar reacción de la misma ante el terrorismo etarra. Había quien lo consideraba incluso ofensivo. Justo es reconocer que el Lehendakari Ibarretxe no dudó un solo momento en apoyar la campaña diseñada y acompañar a la Directora de Atención a las Víctimas del Terrorismo (Maixabel Lasa) y al Director de Derechos Humanos (yo mismo) nada menos que a la capital del reino a presentar, en territorio comanche y con la peña política capitalina sublevada contra el gobierno y el propio Lehendakari, la referida campaña de sensibilización en enero de 2004. cartel_victimas La prensa recogía entonces la noticia de la presentación con reseñas como ésta: «Aunque el Gobierno quiere lanzar un mensaje positivo a la sociedad vasca y evitar los reproches, el símil del pintalabios no deja de ser un toque de atención a la conciencia de todos «los que miran para otro lado, o maquillan» un problema que afecta a más de 42.000 ciudadanos en la comunidad autónoma amenazados por la banda y sus seguidores.» Se trata de cuestiones no novedosas. ¿Ha sido correcta la actitud, la reacción de la sociedad vasca ante la acción de ETA? ¿Existe justificación para la crítica respecto de esa actitud? Cada cierto tiempo y por razones diversas, resurgen tímidamente algunas opiniones, para volver a desaparecer, sin llegar alcanzar el debate la extensión y profundidad necesarios para avanzar en la reflexión. Obsérvese que son dos los planteamientos realizados, aunque íntimamente unidos. Por un lado, el análisis – y la valoración consiguiente – de la respuesta social en Euskadi al fenómeno del terrorismo. Una reflexión crítica. Por otro, la actitud mantenida por algunos sectores renuentes a aceptar críticas o censuras mínimamente severas para con la actitud de los vascos, desde una autocomplacencia tan excesiva como injustificada. No es mi intención realizar un análisis profundo sobre todo ello en estas líneas. Pero no resisto la tentación de apuntar algunas referencias que contribuyan a la reflexión y al debate, en relación especialmente a cómo nos hemos mirado y cómo nos hemos visto los vascos frente a la violencia y el terror de ETA. En este sentido, cabe indicar que la propia naturaleza y el objetivo del estudio realizado por el Instituto Valentín de Foronda, antes mencionado, ofrecen la posibilidad de acudir a él en primer término. Creo obligado antes de nada, reconocer el excelente trabajo realizado por sus autores, debiendo señalarse el mismo, no como fuente única, por supuesto, pero sí muy principal, para analizar la reacción de la sociedad vasca ante el fenómeno del terrorismo. Destaco algunas de sus constataciones, en la convicción de que la descontextualización no desmerece el valor de su significado.  «Las visiones comprensivas de los miembros de ETA iban más allá de este sector. A la altura de 1978 un 48% de los vascos adjetivaba a los etarras como patriotas o idealistas (Linz, 1986)». Página 44. «Tomemos 1979 como muestra. Aquel año hubo 64 atentados terroristas con víctimas mortales, 59 de ellos obra de ETA y grupos afines, con un total de 80 personas asesinadas. Apenas un 24% de estos atentados tuvo una contestación en la calle en forma de movilización de protesta, una cifra elocuente de ese abandono social al que nos referimos. El porcentaje se puede desglosar según el estatus de la víctima para obtener una visión más matizada y compleja. Cuando los asesinados eran policías apenas hubo movilización en un 7% de los casos (esto es, dos veces), un porcentaje que sube hasta el 43% en el de los militares y al 64% en el de los civiles, los atentados que generaron una mayor repulsa.» Página 45. «Recapitulando, los datos de que disponemos indican que durante varios años continuó la dinámica de la transición, esto es, de escasas movilizaciones tras los atentados. Desde 1986, gracias a Gesto por la Paz, cambió el panorama. El rechazo existente se empezó a expresar en forma de campañas sostenidas en el tiempo, que involucraron a una parte pacifista y comprometida de la sociedad vasca, y que hubieron de afrontar fuertes resistencias de parte del nacionalismo vasco radical. Pintadas y consignas del tipo “Aldaia paga y calla” o “los asesinos llevan lazo azul” son un ejemplo significativo. Otra muestra la ofrecen las contramovilizaciones que, bajo el lema “Euskal Herria askatu” (libertad para Euskal Herria), eran convocadas enfrente de donde los pacifistas se reunían para exigir la libertad de los secuestrados por ETA. Ello dejaba imágenes explícitas de la división existente en Euskadi en torno al terrorismo, que ejercía, una vez más, como factor polarizador de la sociedad». Página 72. Concentración gesto y contra (Cuántos minutos sumados en concentraciones que reclamaban la libertad de los secuestrados o simplemente la paz, impregnándose en nuestras retinas las miradas impávidas, indiferentes, temerosas o huidizas de tantísimas personas que pasaban a nuestro lado). «Un 76% de los asesinatos de ETA carecieron de respuesta en forma de movilización social de protesta durante la transición (datos de 1979) y lo mismo ocurrió en un 82% de los casos durante la primera fase de la consolidación democrática (datos de 1984). Al contrario, todos los asesinatos de miembros de ETA contaron con réplicas en forma de huelgas y manifestaciones, incluyendo constantes expresiones de apología del terrorismo». Página 120. Pero, más allá de estudios y constataciones más o menos empíricas, merecen mi atención el criterio y razón de dos grandes hombres del mundo de la cultura euskaldun, con acreditada trayectoria literaria y de pensamiento crítico con su tiempo. Para referirme al primero de ellos quiero aludir al I Acto Institucional de Homenaje y Reconocimiento a las Víctimas del Terrorismo, organizado por el Gobierno Vasco y celebrado en el Auditorio del Euskalduna, en Bilbao, el día 22 de abril de 2007. El conjunto de aquel acto tuvo un mensaje claro y nítido, constituyendo elemento esencial el discurso institucional del Lehendakari Ibarrtexe, con su solemne petición de perdón a las víctimas del terrorismo por el abandono y falta de solidaridad y cercanía mostrada por la sociedad y las instituciones vascas, a lo largo de tantos años de ostracismo. Pero muy especialmente quiero destacar la impagable intervención del escritor Anjel Lertxundi ante las víctimas presentes, de la que extracto dos momentos: «Nos hemos callado ante la infamia. (…) Podíamos habernos puesto en su lugar, porque pudo también pasarnos a nosotros. Todos poseemos los instrumentos precisos para imaginar la terrible soledad de una víctima, recluida involuntariamente en su dolor, los sentimientos, los recuerdos, el viento helado que barre unas voces que nunca más se escucharán. Se trataba de emprender un viaje moral. Sí, podíamos habernos acercado a ustedes, imaginarnos en su lugar, esbozar ante sus miradas un mínimo gesto de solidaridad. Sin embargo, nuestra conciencia, aletargada por el interés y el cálculo y amedrentada por la presión tenaz de los violentos sabía que su espejo nos remitiría a nuestro propio espejo, que su dolor nos interpelaría sobre nuestros silencios y nuestras omisiones, que denunciaría nuestras complicidades. La verdad del espejo incomoda, vaya si incomoda; sobre todo cuando hace luz en nuestras deserciones, en nuestras más íntimas debilidades, en el perverso orden de prioridades que nos llevaba a mirar a otro lado.» Y más tarde añade:  «Ante el horror no hay gradación. Aunque los políticos y los medios de comunicación nos decían y nosotros repetíamos que la violencia había dado un salto cualitativo, éramos nosotros quienes habíamos dado ya el salto cualitativo al callar ante la barbaridad precedente y con nuestro silencio facilitar una nueva.» El otro autor aludido es Ramón Saizarbitoria, quien, en su última novela publicada, «Martutene» (una obra extraordinaria cuya lectura recomiendo con entusiasmo), plantea, a través de una sus protagonistas, algunas reflexiones clave: «Lo cierto es que, a veces, a Julia se le hace difícil admitir que hayan podido llegar a convivir con tanto horror – conciudadanos rematados a tiros en la acera de sus casas ante la aparente indiferencia general – y sin embargo le da rabia la gente que dice no entenderlo.. Se siente interpelada desde una posición ética superior, desde otro estadio evolutivo cuando uno escucha eso de «Cómo habéis podido llegar a esto? Y eso duele. ¿Cómo han llegado a esto? Paso a paso. Hasta finales de los setenta, lo natural era estar con ETA. Incluso en Madrid se lanzaron jerséis al cielo, con alegría, cuando mataron a Carrero Blanco. El militante de ETA torturado, ametrallado en su huida, el que empezó pintando Gora Euskadi en las paredes y terminó poniendo bombas, era el hermano, el amigo, el vecino o alguien que podía serlo, que hacía lo que uno mismo no hacía no por impedimentos éticos sino por falta de coraje, y que haciéndolo dignificaba a todo un pueblo» «A Melitón Manzanas no puede verle todavía como víctima. Desde su muerte – que la mayor parte de la ciudadanía vivió como una ejecución justa – hasta que la vileza y la locura se hicieron evidentes prácticamente para todo el mundo con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, cada persona ha necesitado su tiempo, en función de sus circunstancias personales, para abrir los ojos, ver la sangre de las víctimas y compartir su dolor. Aunque las parábolas resultan engañosas es tentador recurrir a ellas. Quien más quien menos se sostiene un tiempo agarrado a las bridas porque es duro caerse. Porque siempre es tarde para apearse. Aceptar que el hermano, el amigo del hermano, quien podría serlo, es un asesino, reconocer que uno mismo ha apoyado la locura, que ha justificado el crimen, que ha vivido en una miseria moral». «Supone que en euskera hay voces avergonzadas que se mantienen en un silencio culpable. Voces que no se sienten legitimadas para sumarse, tardíamente, a las que se alzaron cuando hacerlo era difícil. Voces ahogadas por la vergüenza. Voces hipócritas que pretenden disimular que permanecieron calladas. Silencios arrogantes de quienes no se resignan a ser voces de última hora. De quienes no hablan para no hacer evidente que estuvieron callados. De quienes no quieren reconocer que se confundieron. Quizá algunos silencios son respetuosos: el de quienes no se sienten legitimados a hacer uso del dolor, el de quienes no se atreven a utilizar el gris por temor a difuminar el bosque. Quizá hay también silencios pudorosos y silencios cobardes. Hubo sin duda silencios impuestos por las balas que asesinaron a López de Lacalle y por el desprecio que mató de muerte natural a Imanol Larzabal en Torrevieja. Silencios provocados por el hastío. Pero también están las voces de quienes tras caerse del caballo, sin tiempo para sacudirse el polvo, arremeten contra quienes cabalgaron a su lado, contra todo cuanto creyeron o sintieron, voces airadas que encuentran un aplauso fácil y han hecho oficio de citar a Primo Levi». Que cada quien extraiga sus propias conclusiones. Son estímulos para una necesaria reflexión, para una imprescindible revisión crítica de nuestro propio pasado como colectividad. Ahí lo dejo, en la seguridad de que, tarde o temprano, se impondrá la mirada sosegada ante el espejo, que nos devolverá la imagen que nos merecemos realmente. Y probablemente no coincidirá con la que algunos autocomplacientes quieren, no ver, sino que veamos los demás. Pues eso, veremos. PS: Véase también sobre el mismo asunto: «Aún estamos a tiempo» Manifiesto de 33 intelectuales vascos, de mayo de 1980. http://www.academia.edu/9167534/AUN_ESTAMOS_A_TIEMPO_Manifiesto_contra_el_terrorismo_de_ETA_mayo_1980_ http://imanol-zubero.blogspot.com.es/2011/12/la-sociedad-vasca-y-eta-un-poco-de.HTML El libro «Cómo pudo pasarnos esto», de Idoia Estornés