Así no.

Ayer compareció en el Congreso de los Diputados, ante la comisión de investigación de la Dana, el recién dimitido presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón. Durante la comparecencia fue interrogado por representantes de los grupos políticos del Congreso, con situaciones de alta tensión cuando correspondía el turno a los partidos de izquierda.

En relación a ello, y tras leer, primero, y ver, después, algunos fragmentos de la comparecencia, apunté en mis redes sociales una crítica a las formas empleadas por Rufián, representante de ERC, extensiva a varios diputados más que incurrieron en una agresividad desmedida y, sobre todo, en insultos hacia el compareciente.

Concretamente, en facebook escribí lo siguiente:

«Lo de Mazón no tiene calificativos. Y lo hemos dicho por activa y por pasiva. Responsabilidad política máxima y ya veremos si penal también. Pero la intervención de Rufián en el Congreso es inaceptable. De ninguna manera un diputado puede caer en los insultos y la agresividad exhibida hoy por el diputado de ERC, otras veces tan sutil e irónico. Una cosa es vehemencia y otra pérdida total de las formas. Y, por lo que veo, otros diputados más de la oposición han incurrido en parecidos excesos.»

La reacción no se hizo esperar y, en breve, se llenó aquello de comentarios, mayormente críticos con mi posicionamiento, que, debo reconocer, me sorprendió un poco. Cierto que todos ellos en buen tono y manera, lo cual fue muy de agradecer. Por ello, me vi obligado a incorporar alguna matización complementaria a mi mensaje inicial, empezando por afirmar que uno espera de un diputado que sea capaz de prescindir de los insultos sin reducir un ápice el nivel de contundencia de su mensaje. Y Rufián es un buen ejemplo de ello, por su manejo y dominio de la ironía. No sé dónde está escrito que para ser contundente en la crítica haya que insultar y tampoco entiendo que se justifique lo que está mal en base a que el otro haya cometido un mal mayor.

Entendí perfectamente la discrepancia, sí, pero me quedó un regusto triste, al comprobar que mi valoración negativa respecto a las formas empleadas ayer por Rufián y otros diputados en el Congreso, con insultos y malas formas, fue interpretada como una atemperación de las críticas a Mazón, cuyos méritos para hacerse acreedor de insultos e improperios son, sin lugar a dudas, más que sobrados. Mi desacuerdo con las manifestaciones de Rufián y el resto de diputados radica en que no se profirieron en el salón de su casa, en la tasca o en la calle, sino en un espacio, el Congreso de los Diputados, que debería ser modelo de diálogo y respeto, aunque la deriva de la política, nos haya llevado a convertirlo en un improductivo espacio de zafiedad e intolerancia. Y eso, aunque lamentablemente sea habitual, no me parecerá nunca aceptable. Por mucho que pueda responder a una táctica deliberada para conseguir que la comparecencia de Mazón de ayer fuera especialmente recordada y tuviera una resonancia fuera de lo normal, como objetivo político, lo siento: así, no.

18.11.25

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